MI HISTORIA
Toda mi trayectoria laboral ha estado vinculada al mundo del automóvil. Indudablemente, mi pasión por los coches vino motivada por la influencia que generaron sobre mi 2 personas claves en mi vida, mi padre, Pablo de Villota y su hermano, mi tío Emilio de Villota, que además es mi padrino.
Mi padre siempre fue un enamorado de los coches, le encantaban, pero como el solía decir “me gustan los coches de carreras, pero no las carreras de coches”.
La verdad, es que no siempre fue así, ya que al principio sí le gustaban. Le gustaba mucho poder ayudar a su hermano pequeño en sus comienzos, pero con el tiempo, Emilio se convertiría en una figura transcendental en la historia del automovilismo español, y no solo porque fuera un pionero llegando a competir en el Mundial de Formula 1, sino porque su contribución a través de la Escuela de Pilotos Emilio de Villota, institución que fundó en 1980, fue decisiva para el desarrollo y éxito del brillante futuro que tendría nuestro deporte en los siguientes años.
Mi padre continuó acompañando a su hermano Emilio a todas las carreras cuando ya competía en Formula 1, hasta que, en el año 1982, vio morir en la pista a Gilles Villeneuve en los entrenamientos del Gran Premio de Bélgica, en Zolder. Tan solo un mes después, también estando presente, fallecía Ricardo Paletti en la salida del Gran Premio de Canadá en Montreal. Fue en este momento cuando dijo, “basta”, y sin mas, dejó de ir a las carreras. Sencillamente, no podía soportar la idea de que a su hermano le pasara algo parecido. Pero, volvamos al pasado, papá solía llevarnos desde muy pequeños al Circuito del Jarama a las carreras. Hay gente que iba al fútbol, y nosotros íbamos al Jarama.
Por aquel entonces, el Jarama y Calafat en Tarragona, eran los 2 únicos circuitos permanentes que había en España. El resto de las carreras del calendario se celebraban en circuitos urbanos como Montjuic o Alcañiz, esto significaba que gran parte de las pruebas de los distintos campeonatos de España de velocidad aparte de importantes pruebas internacionales (F-1, Turismos, Sport…) se celebraban en el Jarama, así que teníamos carreras para rato.
Mis primeros recuerdos en un circuito son del año 1973, entonces mi tío Emilio competía en la Fórmula 1430, algo así como una Fórmula de iniciación de la época y a la española. Todos los monoplazas montaban el motor del SEAT 1430, marca que daba soporte económico y técnico al campeonato.
Aquel año Emilio consiguió el subcampeonato, y fue a partir de entonces que realmente, empezó a progresar su carrera deportiva. Posteriormente, vendría la Fórmula 1800, una categoría superior con mayor motor (también Seat y de mayor cilindrada, 1800cc como su nombre indica). Posteriormente, empezó a participar en pruebas internacionales, primero en el campeonato de Europa de Turismos, y luego ya vendría la F-5000 y finalmente la Fórmula 1.
A medida que mi tío Emilio, iba participando en pruebas internacionales, disminuía la posibilidad de que pudiera verle competir, porque ya prácticamente no iba al Jarama. Por supuesto era implanteable proponer la idea de viajar a verle a algún sitio, además de que viajar entonces no era lo mismo que ahora, yo no dejaba de ser un niño cuya única obligación era estudiar e ir al colegio. En cualquier caso, no por ello dejamos de ir al Jarama, pues seguíamos yendo a ver las pruebas normales del calendario nacional, pero el plato fuerte del año, era el Gran Premio de España de Fórmula 1.
Un terrible accidente en Montjuich, Barcelona en 1975, donde fallecen 5 espectadores además del piloto Rolf Stomelen, provoca la desaparición de Barcelona como escenario de la Fórmula 1 a favor del Jarama, que era un circuito permanente y con escapatorias.
Montjuich y Jarama venían alternándose hasta entonces la celebración del Gran Premio de España, pero la tragedia de Stomelen fue la puntilla definitiva para una pista que, aun siendo preciosa y muy querida por los aficionados, era excesivamente peligrosa. Así que tuve la oportunidad de poder asistir a los Grandes Premios de España, de F-1 durante la segunda mitad de los años 70.
Si bien, se necesitaban unos buenos pases para estar en el paddock del circuito, ni mucho menos se acercaba, a lo que es hoy en día, donde hay un excesivo control, y el aficionado no tiene un contacto directo con los pilotos, más allá de la visión que tenga desde su grada.
Tengo un recuerdo imborrable de poder estar tan cerca de los que eran mis ídolos en aquella época. Una vez que las actividades en pista terminaban, los pilotos eran relativamente accesibles. En mi programa oficial del Gran Premio, no faltaba el autógrafo de ninguno de los pilotos de la parrilla, Lauda, Hunt, Fittipaldi, Andretti, Scheckter, Regazzoni, Jones, Peterson… y tantos otros.
Continúa leyendo la segunda parte de mi historia.